miércoles, 16 de septiembre de 2015

Por las crestas de León






Como sabemos, el verano cazurro dura nada y menos, ni siquiera los dos meses de infierno  en contraposición a los diez de invierno y en esta ocasión ha hecho honor al dicho pues, aunque su lapso fue breve, se hizo notar de veras. Ya lo sabemos, si en agosto llegan dos tormentas o se despistan dos gotas de agua, ¡adiós!, pasamos del desierto al polo en dos días, sin intermedios y burlando el calendario oficial.
Para los que estamos ávidos de setas han llegado las ansiadas lluvias que algo traerán aunque haya que esperar todavía un poquito para ver que al campo le salgan granos.  No obstante, este fin de semana, algunos ya no pudieron seguir con tanta contención acumulada y bártulos ad hoc en ristre, se lanzaron, llamados como por un canto de sirena a explorar la cuna del Porma  por el arroyo de Zampuerna (Fuente Puerma, sierra del Mongayo) y los Forfogones.
El cielo fruncía el ceño amenazante pero fue sujetando su ira y la sangre no llegó al río por lo que, hasta pasado el mediodía, no empezó a descargar su vejiga y les dejó deambular por aquellos pagos para ver lo que había. 


Eran unos cuantos los atrevidos; de aquí y de muy allá, algunos bien pertrechados, y tuvieron su premio, pues le salieron al encuentro bastantes gnomos, a la puerta de sus típicas casitas, saludando con la mano.  Se dejaron fotografiar y hasta les regalaron algunas de sus viviendas,  ¡qué magnanimidad! haciendo la delicia de los presentes.
Los presentes sabían muy bien detrás de lo que andaban y demostraban sus elevados conocimientos micológicos. Aparecieron bastantes especies de lo más variopinto, por supuesto también de flora y fauna, aunque lo más buscado, por ser expertos en ello, eran los escurridizos y complicados Cortinarius. Servidor solamente encontró un ejemplar y vio fotografiar otro.




Como digo, las nubes pesaban sobre nuestras cabezas pero parece que algún Moisés las detuvo con su vara bajo un conjuro mágico para que se apiadaran de nosotros. El que no lloviera nos hizo disfrutar más de un lugar paradisíaco, de los que pocos quedan, pisando un terreno de alta humedad, donde los haya, con la turba milenaria a nuestros pies que a veces parecía arena movediza.
Las fotos dan cuenta de lo visto y vivido. ¡Disfrutad!

Rafael Gallego

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